En febrero de 2024, una noche, un grupo de personas entraron en nuestro campo y cargaron nuestro remolque con todas las máquinas y herramientas que les parecieron de interés, para salir por la puerta grande con un grueso de nuestras posesiones materiales y mucha de nuestra fé en la humanidad. Desde entonces hemos vivido, aún más, con el miedo a los robos. Como aquí lo que teníamos era una ruina difícilmente defendible, que previamente al asalto habíamos preparado con una puerta de madera y su correspondiente candado (puerta que fue arrancada de su marco de una patada – o varias, no lo sé-), lo que nos quedaba por hacer era venirnos en persona a defender con las uñas nuestro vergel. He de decir que qué suerte la nuestra que lo que más valoramos y amamos no es tan fácilmente sustraible y aquí siguen nuestros arbolitos y nuestros animales para atestiguar nuestras hazañas.
En fin, que la preocupación y el miedo no se calmaron colocando cámaras, y tras una nueva incursión, afortunadamente en esta ocasión sin bajas materiales, por parte de dos individuos que claramente vimos y fueron captados por nuestra máquina grabadora, decidimos dar el paso y venirnos a vivir al campo.
Y aquí estamos, viviendo en una caravana, con nuestros dos perretes que al llegar aquí aún no contaban ni con 10 meses de vida y nuestro gatito Timoteo, el
auténtico lugareño, nacido en las inmediaciones y azarosamente separado de su camada con aproximadamente unos 3 meses de edad, para ser encontrado por nosotros y criado a biberón. Aterrizamos en noviembre, y las vivencias se nos acumulan desde entonces. Con vuestro permiso, antes de que nuestra memoria de pez las borre del disco duro, las iremos narrando y compartiendo, para que lo surrealista trascienda el papel y la pantalla y nos terminemos de convencer de que sí es real lo que vivimos.

Hola buenos días!! Lei sus palabras redactadas con tanta fortaleza..Que podemos hacer los que estamos de este lado,en la selva de cemento?